miércoles, 23 de marzo de 2011

La Apitoxina: Medicina o Veneno.

    Es muy conocido un antiguo y popular dicho que reza que aquello que no nos mata, nos fortalece. Quizás sirvió para que Teofrasto Paracelso, médico y alquimista Suizo (1493-1541) dilucidara que dependiendo de su cantidad, cualquier sustancia pudiera ser sanadora o mortal: el láudano, la triaca, la mandrágora, el nepente, el kambó, el acido acetil salicílico, y hasta el agua. Los orígenes de esta sabia farmacopea se pierden en el tiempo, ¿Cuántos tratados de medicina de cuando la letra se grababa en rollos no perdieron su contenido en la brutal destrucción de la biblioteca de Alejandría, y cuántos no llegaron siquiera a ser escritos?… y sin mirar al oriente, a los Vedas y los Upanishads o a la milenaria China. Todo, hasta los compuestos radioactivos, pueden ser usados para matar o para curar, según sea el caso, en ese campo donde aparece el ingenio del hombre.


                                                                                                                           Paracelso
                                                                                                                                                                    Alquimistas.

                                                                 

    Es bien sabido entre entendidos y curiosos que desde que el hombre es hombre se ha servido de las abejas, y es imposible lidiar con ellas sin ser picados, por eso salta a la luz de la lógica, que cuyos efectos han sido conocidos desde la más temprana antigüedad de nuestro genero. La abeja, que nos refiere directamente a la dulzura de la miel, a las bondades del propóleos, o a la riqueza del polen, también da cuenta de un insecto ponzoñoso, irritable, feroz y suicida, capaz de infringir el más cruel dolor, hasta la muerte, si es molestado. Y no es menos cierto; la Apitoxina, nombre que le dimos al veneno de las abejas, cuenta entre las sustancias más bioactivas que se conocen. Su fórmula, diseñada y ensayada por la naturaleza desde hace 200 millones de años es imposible sustituirla, ni con los más modernos métodos de síntesis bioquímica. Los componentes que alberga, son tales y sus
concentraciones tan precisas, que resulta imposible copiarla, incluso al ser extraída de la propia abeja, al más leve contacto con el aire, se desnaturaliza perdiendo de inmediato su actividad.



                                                           Hipocrates.

    No sé si es parte de la leyenda que nosotros, los mismos defensores de esta práctica hemos creado, pecando de fabuladores a favor de una verdad, que por fuerza propia se ha hecho camino al andar, y le hemos dado origen y crédito, poniendo en la pluma de ilustres sabios antiguos ciertas atribuciones. Pero se dice, que Hipócrates, el mismísimo padre de la medicina, 400 años antes de Cristo, denominó al veneno de las abejas como “extraña y misteriosa medicina” enfatizando sus efectos para aliviar dolores e inflamaciones. Galeno, otra eminencia médica de la antigüedad, 200 años antes de nuestra era, la utilizó para curar el reumatismo y la podagra. Y de esta forma, pudiéramos decir sin temor a equivocarnos; que a través del tiempo, se cuentan los registros de curanderos o médicos que utilizaron el veneno de las abejas para aliviar la rigidez articular, y otras dolencias.



     No son pocos los campesinos que saben empíricamente que las picaduras de abejas alivian los dolores de las manos y rodillas. En una recopilación de testimonios tomados entre los apicultores Ucranianos en los siglos XIX y XX, y que figuran en un popular y didáctico volumen sobre la farmacopea apícola titulado “Las farmacéuticas aladas” de dos autores Rusos, se narra como ciertos casos accidentales de personas atacadas por las abejas, nunca más padecieron de enfermedades infecciosas o virulentas, aún estando expuestos a ellas. En tales comunidades de campesinos, que por generaciones vivieron de la apicultura, se constatan promedios casi inverosímiles de longevidad entre sus pobladores, y cabe preguntarse ¿por qué?



    A pesar de tales antecedentes, al parecer, no es hasta 1930 que se empezaron a hacer estudios serios y protocolizados con el método científico. Tampoco hay que menospreciar a nuestra moderna ciencia, que a pesar de los pro y los contras, ha tenido que investigar a fondo este misterio de la aplicación terapéutica de determinadas dosis de Apitoxina, es decir: La Apiterapia.


                                                  Charles Mraz en su laboratorio.

    De los años 40 del siglo pasado datan los primeros intentos por dilucidar la naturaleza y la composición química del veneno de las abejas. En Nueva York, el Dr. Beck investigó sus cualidades antiinflamatorias y antimicrobianas, y durante los años 50 el Dr. Broadman introdujo la Apiterapia dentro de su práctica médica para el tratamiento de la Artritis Reumatoide, con resultados positivos. Otro personaje importante dentro de esta gesta fue Charles Mraz, natural de Vermont y apasionado apicultor, que logró la creación en 1978 de la American Apitherapy Society, hoy devenida institución, en cuya membrecía figuran médicos, investigadores y terapeutas de todo el mundo.


Nota: redactado originalmente para Ecolluita Diari Apícola www.ecolluita.blogspot.com

domingo, 20 de marzo de 2011

Sobre el tratamiento de la Esclerosis Múltiple con Apitoxina


                  
   Funciona de la misma forma para todas las anomalías que tengan un origen Autoinmune en pacientes con relativamente poco desarrollo de la enfermedad. La Esclerosis Múltiple ( http://www.salud.es/esclerosis-multiple) es un deterioro que le produce, por alguna causa desconocida, el sistema defensivo propio, a la mielina y a las células de Shwuan, estas células, forman parte del grupo de las células Gliares, responsables del óptimo funcionamiento y cuidado de las Neuronas, cuyos axones forman los nervios, que como cables eléctricos transmiten el Potencial de Acción o Impulso Nervioso, según sea el caso… el tema es que la mielina forma sobre estos axones la denominada vaina de mielina, que produce un efecto electromagnético capaz de incrementar varias veces la velocidad de conducción de estos impulsos nerviosos, lo que ha sido denominado como Conducción Saltatoria…siendo este proceso la base de la regulación y control de la velocidad de estos impulsos…por lo cual los pacientes pierden el control motor y sensitivo de sus facultades físicas.

    Se sabe, que el origen de esto responde directamente a un desequilibrio o desajuste del sistema inmunitario o defensivo, que tiene como función reconocer y diferenciar lo propio de lo ajeno, y aquello que es ajeno…eliminarlo. Por la naturaleza del Sistema Inmunitario; formado por un par de tejidos linfopoyéticos y una formidable madeja de elementos tanto celulares como humorales que funcionan o deben funcionar como el mejor ejercito, reconociendo, marcando y destruyendo cualquier enemigo, dentro del organismo, en cuyo caso puede estar también un elemento propio, alterado…es muy difícil tratarlo, y por la liquidez o fluidez, o la poca densidad que tiene, o su sutileza, se dice que es afectado directamente por la condición sicológica, siendo este el umbral de lo síquico con lo somático convirtiendo en ulcera una larga pena; por ejemplo.


   Pero el meollo de la interrogante es cómo explicar la acción de la apitoxina en tal condición; existe una interacción que se da entre el agente foráneo o no idéntico, con el elemento que debe ser capaz de reconocerlo y marcarlo, esta interacción es denominada Complejo Antígeno-Anticuerpo, que al establecerse desencadena lo que sería la respuesta inmune: una movilización de elementos que se van a identificar con las señales que provienen de estos complejos Antígenos-anticuerpos,  establecido por este elemento extraño y las inmunoglobulinas (Ig). Existen toda una gama de estas moléculas de inmunoglobulinas, pero una en particular tiene una marcada afinidad por ciertos elementos contenidos en la apitoxina y es la inmunoglobulina de tipo E (IgE) cuya función es fundamental para que se desencadene la llamada degranulación de los basófilos que activan en forma de cascada a las llamadas células asesinas y macrófagos, encargados de sanear a como dé lugar…destruyendo sin derecho de apelación, todo lo previamente marcado. Por lo que se deduce que el sistema defensivo al desconocer la mielina,  ésta se convierte en un potencial antígeno. Estas interacciones antígeno-anticuerpo se dan por lo general  Uno a Uno y solo desencadenan la respuesta sistémica alcanzado cierto valor umbral, en este caso la apitoxina actúa como un cebo, neutralizando los sitios de identificación de la IgE, inactivándola e impidiendo que ésta se una a la mielina atenuando su señal destructiva sobre esta sustancia, que por no llegar al valor umbral requerido deja de ser afectada…existen varias investigaciones al respecto, pero lo más interesante son los testimonios de pacientes que han mejorado con el tratamiento y claro, la lógica oposición de las mafiosas autoridades medicas, a estos tratamientos no convencionales, que eventualmente pudieran “serrucharle el piso”…y provocarles pérdidas millonarias a su maquiavélica industria, pues es bien sabido lo caros que salen los medicamentos, digamos oficiales, contra estas dolencias, que terminan por convertir en un suplicio la vida de los afectados y sus recursos económicos.

Para más, recomiendo ver:    http://www.apimondiafoundation.org/foundation/files/267s.pdf 



Nota: redactado originalmente para Ecolluita Diari Apícola. http//www.ecolluita.blogspot.com