viernes, 1 de abril de 2011

Cada persona es un mundo...



                                                La Apiterapia debe ser personalizada.


   “Cada persona es un mundo”. Cada cual es un único y distintivo ser irrepetible que habita en su propia constelación y siente las cosas a través de una única realidad, la suya… El incontable conjunto de factores que inciden y tienen repercusión en el nacimiento y desarrollo de una persona es tan diverso, que es imposible establecer una similitud ni cercanamente exacta entre los congéneres. Muchos ilustres pensadores en su afán por modelar el conocimiento, han catalogado a las personas haciendo símiles al incluso indescifrable “orden cósmico”, los ciclos de los astros, los ritmos circadianos y lunares, las estaciones, los estados aparentes de la materia, los elementos, o por la forma y comportamiento de míticos animales. Y así han surgido arquetipos que de alguna manera le han dado luz a este misterio, es común hoy día en nuestra sociedad globalizada y “moderna” como alguien te canta su ficha diciendo: “soy Capricornio, Jabalí, Luna autoexistente roja, fuego, álamo, número tres en la escala de Gurdjieff y alérgico a los crustáceos”. Pero la verdad es que tales comparaciones tampoco son suficientes, aún habría que tener en cuenta todo otro conjunto de variables, tanto genotípicas como fenotípicas, como podrían ser las predisposiciones hereditarias, el grupo sanguíneo, la raza, el sexo, la condición socioeconómica y cultural, la edad, los hábitos, las condiciones biotípicas, la historia de vida y su hábitat… o alguna otra condición adaptativa. En fin, todo esto para ilustrar que lo que para uno es óptimo, para otros puede ser insuficiente o demasiado. Unos prefieren el mar y otros el arroyo de la sierra…o el desierto.



    Adentrándonos en lo que sería una terapia con la aplicación de una sustancia tan compleja como lo es la Apitoxina: que en síntesis es un micro cóctel de compuestos obviamente naturales, pero de una reactividad biológica muy fuerte, capaz de permeabilizar el tejido vivo, primero removiendo o solubilizando el contenido de los espacios intercelulares, luego la red fosfolipídica que conforma las membranas de las células permitiendo la fácil difusión de sus principios activos a través del cuerpo, llegando a interactuar con los complejos intracelulares de manera directa, rápida y eficiente. Provocando alteraciones tanto locales a nivel cutáneo y subcutáneo, como sistémicas y fisiológicas, en las funciones nerviosas, circulatorias, endocrinas e inmunológicas del organismo, ya sea de manera directa o indirecta.



    Por eso no puede existir una práctica rigurosamente estandarizada de la aplicación del veneno de abejas vivas, porque sus efectos abarcan múltiples resultados y son atenuados o potenciados por una gama variada de circunstancias, como por ejemplo: a ningún apiterapeuta se le puede ocurrir aplicar la apiterapia en pacientes prescritos de anemia, anfibrinogenemia o de ulcera gástrica, o cuando abusa regularmente del alcohol. De la misma forma hay que tener muy en cuenta si este paciente es dependiente o está bajo tratamiento de fármacos o drogas como estatinas, barbitúricos, antidepresivos, neurolépticos, antihipertensivos o varios de ellos juntos, o sea, que en cada caso el cuadro es distinto y distinto debe ser su tratamiento. Otro aspecto es que el veneno de la abeja como ya se dijo es una sustancia compuesta por toda una diversidad de elementos; otros compuestos con particulares características químicas y físicas y cada uno de igual grado de complejidad, compuestos peptídicos de marcada actividad enzimática y especificidad como la Fosfolipasa A2 y B , la Hialuronidasa y la Fosfatasa Acida. Proteínas o polipéptidos no enzimáticos muy bioactivos como la Melitina, la Apamina, el Péptido MCD, la Adolapina, Tertiapina y la Procamina A y B, entre otros no tan conocidos…También figuran potentes vasodilatadores y vasopermeabilizantes como la Hemorragina y la Histamina, y ciertos renombrados neuroestimulantes como lo son la Dopamina y la Noradrenalina en su función de neurotransmisores sinápticos, este último, potente activador de la división simpática del sistema nervioso autónomo. Y otro tema es el trabajo con las dosis a aplicar en cada caso, el lugar, la evaluación de la actividad inmunitaria y el riesgo inherente de la aparición de un panorama anafiláctico que anule o imposibilite el tratamiento bajo riesgo vital.





     Por eso, la maestría del buen Apiterapeuta, es que de alguna manera debe saber valorar o intuir el modo del tratamiento, ya que la calidad y eficacia de este, depende casi exclusivamente de la sabia administración de la dosis adecuada y la susceptibilidad o condición de cada paciente en particular, acorde con el tipo de trastorno que sufre, y hacer un seguimiento exhaustivo y periódico de este, con el fin de constatar los resultados, en el corto, mediano y largo plazo. Siempre alerta a la aparición del más ligero síntoma que pudiera denotar adversidad o peligro. Lo otro ya está en manos del paciente, que debe ser consciente del desequilibrio que tiene, para no decirle enfermedad y volcar su voluntad en pos de suprimir los posibles factores que producen o agravan su doliente condición…









1 comentario:

  1. ¿"como por ejemplo: a ningún apiterapeuta se le puede ocurrir aplicar la apiterapia en pacientes prescritos de anemia, anfibrinogenemia o de ulcera gástrica, o cuando abusa regularmente del alcohol"?

    Raúl: por lo menos dos de estas prescripciones me dejan fuera de los tratamientos con apiterapia. Una esperanza menos

    Mario
    Un abrazo

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